domingo, 1 de enero de 2012

Un dios ¿salvaje? Papá Polanski.


-¿Es Un dios salvaje una película mala? –No. -¿Es, por tanto, buena? –Tampoco.

Con lo mal que andan las salas de exhibición en las últimas semanas a falta de propuestas de calidad abundantes (por más que siempre se cuelen algunas excepciones), Un dios salvaje podría parecer una película mejor de lo que es. También proyectada en una pantalla grande parece mejor de lo que es.

No es mala, como digo. Tiene cuatro grandes actores y un gran director tomando parte en el proyecto (suman cinco grandes profesionales, por tanto), y eso hace que el filme resulte atractivo. Sin embargo, creo que que Un dios salvaje es una película muy criticable basándonos en dos ideas: una, su carácter innecesario; y dos, la falta de coherencia con el contexto histórico-social en el que nos encontramos (al menos, para un autor, sí, autor, que siempre ha visto más allá del resto como Roman Polanski). Un dios salvaje es una película innecesaria. No es necesaria en la carrera de Roman Polanski, no es necesaria en el cine actual.

-En primer lugar, no aporta nada a la carrera del director. Se limita a presentar (y de forma bastante pobre si la comparamos con otros títulos de su filmografía) técnicas y tácticas narrativas ya empleadas y que sabe utilizar de sobra. No solo es Polanski haciendo una de Polanski, sino Polanski quedándose corto en cuanto a aspiraciones y logros. Entiendo que ha gestado el proyecto en un momento complicado en su vida, lleno de limitaciones, pero tan vez hubiera sido más interesante esperar a ofrecer una propuesta, si bien tal vez, no más atractiva (la han vendido muy bien) sí más relevante (no olvidemos que en los últimos años ha firmado dos piezas geniales como El pianista o El escritor).

-En segundo lugar, es una película innecesaria en 2011, una propuesta obsoleta que ya hemos visto muchas veces y que por tanto resulta predecible desde un primer momento. Varios personajes encerrados que van a sacar lo peor de sí mismos. La unidad de espacio y tiempo en esas condiciones es algo que podía haber tenido sentido en los años cincuenta o sesenta. Ya existen La gata sobre el tejado de cinc, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, Doce hombres sin piedad, La soga,… Todas adaptaciones teatrales (otras no, como El ángel exterminador), y en todas hemos visto el mismo esquema (aunque planteado de manera más original, inspirada y contundente). Lo que era moderno hace cincuenta años no puede ser vendido como tal en la actualidad. Si bien la estupidez humana es un tema atemporal, esta forma de abordarla está más que vista.

Y con esto enlazo a mi segunda idea, la falta de coherencia con el contexto histórico-social actual. Algo que era rupturista hace medio siglo no puede serlo en el siglo XXI, por más placer que les proporcione a los críticos emplear ese tipo de palabras. Y no estoy hablando solo de la dirección de Polanski, sino de la obra de Yasmina Reza. Es una bobada hueca envuelta en plástico y esterilizada, como nos gusta consumir las cosas en la actualidad. Un texto previsible que avanza a pegotes (la historia podría acabar en el minuto 3 del metraje) y en el que se insertan palabras grandilocuentes para darle un halo de profundidad. Pero solo es una pose. Es el cinismo y el nihilismo como pose, algo que podía ser guay hace décadas, pero que a día de hoy, solo me parece apto para wannabes y gente que no ha visto cine mejor, que tan solo juzga por los nombres y marcas que imponen los nuevos tiempos. Puede que si hubiera visto esta película a los 12 años me hubiese sentido muy mayor al oír soltar todos esos conceptos en discusiones tan aparentemente profundas, pero viendo esta película a mi edad (y no soy muy viejo), me he sentido un chiquillo. Tengo la impresión de que Un dios salvaje es una propuesta para preadolescentes culturales.

Asimismo, la considero excesivamente frívola en los tiempos en los que vivimos, viniendo de un tipo tan grande como Roman Polanski. Lo de los burgueses hastiados de su vida que entran en crisis y tralarí y tralará me parece una pura gilipollez en noviembre de 2011. Si bien esta cinta me seguiría pareciendo obsoleta hace unos años, que encima en los tiempos que corren de dificultades en los que estamos todos tan jodidos, se vendan como interesantes a esos personajes gimoteando por semejantes bobadas en su casa de lujo me sonroja, por más que sonría o suelte un ¡ja! en algunos momentos. Un dios salvaje es una película totalmente burguesa, para gente acomodada, para iniciados que quieren dárselas, pero no es digna de un señor que ha captado tan bien el horror y la locura como Roman Polanski, que con El escritor acababa de dibujar un retrato tan cruel y profundo del mundo de la política y la corrupción, dejando el listón muy alto.

Tal vez me equivoque, pero creo que lo que sería verdaderamente moderno ahora sería mirar a nuestros VERDADEROS PROBLEMAS a la cara, afrontarlos, y emplear para ello algo que sigue conmoviendo y llegando tanto a la gente como el cine. Por más que Polanski fuera un abanderado de los nuevos cines de los cincuenta y sesenta, he de decir que con Un dios salvaje ha hecho lo que Truffaut y su troupe ya llamaban hace medio siglo CINE DE PAPÁ, cine esquemático, anclado en leitmotivs rancios, pensado y perpetrado para el público acomodado. Los clichés del guión (lo que Hitchcock llamaba “airear la escena” hace también medio siglo, la previsibilidad de la evolución de los personajes, la irrealidad, la artificiosidad y asimismo la superficialidad de la propuesta), así como la mala elección de contenido del director me llevan a reiterarme en esta última idea. Polanski ha hecho CINE DE PAPÁ, de Papá Polanski, claro, pero CINE DE PAPÁ.

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