domingo, 1 de enero de 2012

Nueva piel para la vieja ceremonia


Frialdad, ausencias y poco cine fueron las notas predominantes en el acto de presentación de Los cuadernos inéditos de Berlanga, esperada publicación que recoge los escritos de juventud del cineasta valenciano, fallecido hace un año. Los manuscritos originales fueron restituidos por la editorial a la familia Berlanga envueltos en excesos protocolarios

SANTI LOMAS | MADRID

El miércoles 23 se presentó en la sede de la Academia de Cine en Madrid el libro Los cuadernos inéditos de Berlanga. La publicación recoge la poesía y prosa hasta ahora inédita de la juventud del cineasta Luis García Berlanga, fallecido hace un año, en torno a la cual existían muchas expectativas. Sin embargo, en el acto de presentación, no hubo ni muchos recuerdos, ni mucho cine, ni mucha literatura. Fue un evento frío y ritual, muy ceremonioso y hasta podría decirse un poco decepcionante. Cámaras, periodistas y numerosos asistentes (de avanzada edad, la mayoría) acudieron a un acto que no estuvo a la altura del interés generado por los textos inéditos.

Comenzó haciéndose notar las ausencias de José Sazatornil Saza, protagonista de la película La escopeta nacional, que dirigió Berlanga en 1978, y Gonzalo Suárez, responsable de uno de los prólogos del nuevo libro. Al primero se le justificó sobradamente (problemas de salud), al otro nada de nada (se desconocen las razones). Así, el acto quedó despojado de aquellos que lo podían llevar más al terreno cinematográfico.

Quedaron en la mesa de ponentes, además de micrófonos, vasos de agua y carteles equivocados, el escritorMiguel Losada, a cargo de quien ha corrido la revisión y edición de los textos de Berlanga; el director de la editorial del libro, Pigmalión Ediciones,Basilio Rodríguez Cañada; los escritores Andrés Aberasturi y Luis Alberto de Cuenca, que aportan ambos un prólogo a la publicación; así como el hijo del cineasta, José Luis García Berlanga. Como representante de la Academia de Cine, acudió José Garasino, su Director General: el Presidente había ido a recoger la Medalla de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura.

El ritual arrancó con las palabras de Garasino elogiando, como no podía ser de otra manera, la figura de Berlanga y la deuda de la Academia de Cine con él. Rodríguez Cañada le tomó la palabra y explicó que llevaba trabajando en el proyecto desde 2006, con el consentimiento del propio director, aún vivo, y señalando que solo se habían visto publicados, allá por los años 30 del pasado siglo, dos de sus poemas. “Sus hijos desconocían esta obra”, comentó, para después recitar agradecimientos.

Luis Alberto de Cuenca se limitó a leer su prólogo del libro y a añadir “pudo haber escrito más”, ambas dos cosas que no hubieran requerido su presencia. Sin embargo, recalcó lo amigo que era de Berlanga. Aberasturi puso la nota más humana del evento, destacando su admiración por la figura y obra del director valenciano. “Hay gente que te la metes en el corazón y no la sacas nunca”, empezó; “Cuando veías a Berlanga, te enamorabas de él, tan alto, tan guapo,…”, continuó; para cerrar con un rotundo “Berlanga y 4 más son la historia reciente de este país”. Todos coincidieron en lo necesario de la existencia de una Fundación Berlanga, y se hizo mención de uno de los presentes en el público, aparentemente un anciano más: Florentino Soria, “compañero de los años 40 de Luis García Berlanga, coguionista suyo y cofundador de la Filmoteca Española, con algún cameo en sus filmes”, en palabras de Luis Alberto de Cuenca.

El editor Losada explicó brevemente la historia de los textos ahora publicados: en 1941, Berlanga se llevó a la División Azul unos cuadernos infantiles. Fue allí para salvar a su padre de la condena a muerte que le había impuesto el régimen de Franco por ser diputado de la izquierda republicana, y así, acabó llegando muy cerca de Leningrado, tras pasar por Alemania. Dichos cuadernos se dividen en tres partes: textos de cine, poesía y prosas varias, entre ellos, textos políticos. “La segunda parte la integran 69 poemas interesantísimos, con sus más y sus menos: es la obra de un chico de veinte años”, señaló Losada, y anotó: “La familia no ha puesto cortapisas a esta publicación. Ha sido un placer trabajar con estos textos”. Concluyó dejando caer que “el pensamiento berlanguiano está por analizar” y así tomó el relevo de nuevo el máximo sacerdote del evento, Rodríguez Cañada, con su soflama de agradecimientos, elogios y protocolo, no exenta de ciertos elementos de autopromoción: “El libro aparece en dos ediciones: una rústica de mil ejemplares y otra de tapa dura para los seguidores”.

La ceremonia tuvo su acto supremo en la devolución oficial de los papeles por parte de la editorial a la familia Berlanga. El hijo del cineasta, José Luis, hizo ciertos comentarios de rigor: “sorpresa ante el hallazgo”, “personalidad desconocida”... fueron algunas de sus palabras, no se extendió mucho.

Miguel Losada entonó a modo de cántico final la lectura del Soneto a una pistola, uno de los dos textos berlanguianos que se conocían antes de la publicación de este libro, y con un aplauso obligado se puso punto y final a este acto soso y frío, donde se habló poco del contexto de la escritura, hubo menos espacio todavía para el cine del genial Berlanga, y tan solo se dejó intuir su personalidad. Importaba vender el libro, tampoco se les puede culpar de haberse limitado a ello, pero se echó de menos algo más. Un nuevo envoltorio a la vieja ceremonia de presentación de un libro.

FOTO 1-. Berlanga, en primer plano y con bigote, junto a sus compañeros de la División Azul, a principios de los años cuarenta.
FOTO 2-. Una de las páginas de los cuadernos originales de Luis García Berlanga.

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